sábado, mayo 05, 2007

Zyprexa




Nunca sé bien por qué vuelvo a buscarte y me deprime la perspectiva de la eterna soledad y aparece la guadaña a la vuelta de la esquina y el Zyprexa no es suficiente para aplacar las voces que llaman a los cuchillos y a la porquería de las calles a emerger de modo orgánico y biliar desde el vacío que quedó en el alma desde que decidiste romper conmigo. La ketamina es capaz de reventarme el hígado y aún así no morir; no se pueden apagar las cenizas que flotan en el aire y la pestilencia que está ahora masacrando de modo caprino; la luna venenosa que eclipsó todo, todo. Todo lo resuelvo con jeringas y puñales al cuello. Floto, floto en la alucinación de la calle en la que te vi y el asado que no compartimos y la sangre combinada en la misma jeringa esa vez... Y no te veo y sé que estás a mi lado y puedo verte si me da la gana, pero no. No es posible. Eres un fantasma y flotas también en la misma calle que tiramos echados en el pavimento, estás en el fondo de todas las botellas que nos hicieron perder la memoria. Soy fantasma, y me materializo a voluntad en los pasillos de los hospitales y en la cana auxilio a los presos donando alegremente mi culo para evitar la fuerza impenitente de la violación que ardoroso y fascinado espero como niño en el zoológico con la boca llena de algodón de dulce. La transfiguración en semen, en ríos de semen agresivo como el vidrio cortado como marisma asesina como el dios que se fue como la carta de la ex como el diario de ayer como una enumeración sin comas. Me hincho de saliva de los peruanos que viven abajo de mi departamento y soy la sanguijuela que bebe sus humores verdemoco. Soy la caries del corazón. Pienso en putear hasta la autoeliminación. Cuélgame bien alto, hasta que comience a piar por el orto y hacer gárgaras de mierda de esas bien sonoras y repugnantes. Necesito la expiación y no hay sacramento en tus manos. Necesito morfina y sólo tienes Antabus. Necesito un discurso ridículo para burlarme de todos mientras me lanzan río abajo con todos los perros del Mapocho sintiéndome exacto e inmóvil como las estrellas que se suceden ante la pantalla de este cine que cruje con las embestidas de la sodomía sin luces, sin aleluyas o blablabla. Necesito verte, abrazarte, besarte, meterte mano, culiarte, estrujarte, escupirte y decirte que te amo y me muero si no estás ahora y derribo la puerta de tu casa y creo el incendio que arrasó toda una región de este país. Mi ofrenda de flores de fuego. Mis rosas hemoglobínicas, mis espinas coronadas por el prepucio de Jesús. Ahora, comienza la era que recordará el inicio de una nueva religión. Sólo soy un niño sin dulces. ¿Querrás jugar conmigo y tomar la leche de la tarde?

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

no escribes mejor.
siempre escribes igual.
de los mismos temas.
las mismas palabras.
las mismas drogas.


semen, caca, ketamina.

tan anal fido!

5:19 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

igual me gusta.
supongo que si me de asco, es porque lo lograste.

12:57 a. m.

 

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